Aprender del error ajeno ¿Hay amores que son para siempre?


Besame Mucho

Don Lupe estaba sentado en la banca del parque que está atrás de una guardería, ahí por Hilario Martínez, cerca del Hospital Infantil. En su carretón de madera tenía nopalitos, flor de palma, coliflor y otras hierbas desconocidas para mí. Me detuve porque tenía ganas de nopalitos y cuando los compro en HEB siempre me salen… ¿Cómo decirlo? Medio ácidos. Pensé era mi imaginación, pero le hice este comentario a Don Lupe y me dijo que no los sabían cortar, ya que se requería madrugar para hacerlo si no “se enágrian”, también tiene su chiste cortar la flor de palma, si no sabe como amarga.

Y la verdad es que los nopales del mercadito o de los señores que venden en la calle sí me saben diferente. Con la explicación dada por el señor me convenció que no es cosa mía.

Compré dos bolsitas, a diez pesos cada una; ya me los imaginaba bien guisaditos con su respectivo pico de gallo, ajo y aceite de oliva, en tostadas con aguacate, me acuerdo y se me hace agua la boca.

“Radio Recuerdo, en el 860 de Amplitud Modulada”, se escuchaba en el radio que tenía encendido Don Lupe. Le pagué con uno de cincuenta y me dice que no tenía feria, me crucé la calle lo más hecho madres que me permitían mis noventa kilogramos de rock que cargo en mi hermoso cuerpo para ir a feriar en la tiendita de enfrente del parque, me compré unos chocorroles y me regresé otra vez hecho madres por mis nopalitos. Cuando llegué de nuevo al carretón, el señor estaba parado, recargado en él con la cabeza agachada y apretando fuertemente la madera. En la radio sonaba la canción que da título a este post “Bésame mucho”; al principio no presté atención a la música, lo primero que se me vino a la cabeza es que Don Lupe estaba enfermo. ¿Se siente mal Don? Le pregunté, al tiempo que le toqué el hombro, se estremeció al sentirse tocado, como si lo hubiese sacado de un trance, levantó la mirada y pude verle los ojos rojos, vidriosos, aguantándose el llanto. No me respondió, sólo me dijo “¿Consiguió feria?” Le di los veinte pesos de las dos bolsas de nopales mientras él se limpiaba el rostro con un pañuelo, después de un suspiro por fin dijo: “lo que se le viene a uno con una canción, siento como un remolino aquí adentro cada que la oigo”. Guardé silencio y me senté en la banca para escucharlo, Don Lupe se estaba desahogando.

“Ahorita estoy solo, tuve un hijo pero lo veo cada que se acuerda que tiene padre, pero hasta cierto punto lo entiendo, nunca quise a su madre, que en paz descanse, aunque nunca la traté mal, nunca despertó en mí eso que despertó mi Dolores, estuve a punto de casarme con ella, ya la había pedido, pero una semana antes me agarré la borrachera y me desaparecí, no llegué a la boda, se me fue el tiempo, desperté en casa de la mujer con la que me casé y tuve un hijo, siempre pensé que me había echado algo en la cerveza, le juro que perdí la noción del tiempo, ella era gallera, peleaba gallos ahí en el palenque, ahí la conocí y agarramos el pedo, bueno yo, ella andaba como si nada. La Dolores nunca me perdonó, se fue pal otro lado y ya no la vi, hasta hace como cinco años allá por la Villa de Guadalupe, se me hizo verla de lejos, me dijeron que nunca se casó, me quería un chingo, le desgracié la vida. Ella me cantaba esa canción, le gustaba mucho. Siempre que la escucho me dan un chingo de ganas de llorar y siento un remolino bien cabrón en la panza”.

Yo no sabía qué decirle, nomás de verlo y escuchar cómo hablaba con la voz entrecortada se me hacía un nudo en la garganta. Gracias a Dios él fue el que siguió hablando. “Bueno mi amigo, ya no lo perturbo con mis tonterías de viejo chillón, así es uno cuando se pone viejo, ya cualquier chingadera le mueve el piso”. El semblante le había cambiado, me lo imaginaba como cuando sale el sol en la ciudad después de una lluvia repentina en verano. Así le vi el rostro.