Brujas reales en Monterrey, cuando las cosas van mal aún pueden ir peor.

Noche de luna llena en invierno
 
Tenía frío, el viento helado azotaba mi rostro y alborotaba mi larga cabellera. Solo llevaba puesto una vieja playera negra de un grupo de rock de los setentas y una chamarra de mezclilla que era helada como la mera chingada. Me encorvaba y metía las manos a mis bolsillos. Eran tiempos difíciles, de autoconocimiento y vagancia creativa.
No tenía ganas de regresar a casa, mas bien quería destruir el mundo, que se cayera a pedazos justo como yo me sentía.
Ella no quería saber mas de inmaduros pendejos, de sueños guajiros, de greñudos apestosos sin futuro. Yo me sentía morir.
 
El centro de Monterrey estaba casi desierto, poca gente transitaba a esa hora. Caminé por la Av. Juárez hasta la calle Morelos. Uno que otro policía caminaba por esta área peatonal. Se me hizo extraño que no me detuvieran, si lo hubieran hecho se habrían dado cuenta que lloraba.
 
Llegue a la Macroplaza y me detuve en el quiosco, cerquita de la Presidencia Municipal. Ahí corría el aire mas fuerte.
¡Pinche frío! pensé.
Me senté, temblaba y lloraba. La luna estaba en todo su esplendor, si no me sintiera como me sentía me hubiera parecido hermosa.


Como a los cinco minutos llego un vagabundo que rondaba muy seguido esa area, tenía una argolla en la nariz, y una conversación interesante. Intercambiamos algunas palabras sobre la belleza de la luna llena, trate de disimular mis lágrimas, el se dio cuenta pero no hizo comentario alguno, respetando mi dolor. 
 
Habló de la luna llena, de los mitos que hay detrás de esta. Me preguntó la hora, eran las tres de la mañana. Es la hora del diablo. Se despidió y así como llego se retiro. No supe si me lo dijo en serio o fue broma. Pero en esos momentos no estaba yo para tonterías de esas. 
 
Me quede solo, el viento se había tranquilizado y desde el lugar donde me encontraba sentado en el quiosco podía ver a un policía que caminaba y fumaba en la parte baja del palacio Municipal de Monterrey.
 
Me sentía mejor, había dejado de llorar, ya disfrutaba la noche y el silencio de la ciudad.
Un murmullo y algunas risas de mujer llamaron mi atención; por el lado de la calle Zaragoza justo afuera de la Catedral, tres mujeres platicaban, reían en voz alta. Cruzaron la calle, pasarían frente a mi. Me enderece y acomode mi greñero alborotado, no quería asustarlas y que luego me trajeran a la policía.


Conforme se fueron acercando vi que venían directo a donde yo estaba. Se detuvieron y me saludaron.  No eran ningunas jovencitas, aunque viejas no estaban.
 
¿Hola, traes cigarros amigo?
No fumo. 
 
Te lo dije, se ve que es un buen chavo Mira, vamos con el Poli el si trae, esta fumando. Señalaron al policía a lo lejos que ya se había sentado en una silla a terminarse su cigarrillo.

Una de ellas la  mas grade de las tres, les dijo; vayan ustedes, yo me quedo aquí con el amigo, bueno si a el no le molesta mi compañía. Claro que no respondí de inmediato. No era una belleza pero tenía algo que me atraía. Tal vez su pelo negro a media espalda, que con la luz de la luna daba destellos azulados, me imaginaba al plumaje de los cuervos en el sol. 
 
Las vimos alejarse hacia el palacio municipal. La que se quedó, de un salto se sentó sobre el quiosco. Buscó entre su bolso y comenzó a forjar un cigarro de lo que creí sería mota. Al terminar de hacerlo lo lamió para luego encenderlo, dio una gran fumada y sonrió, nunca la vi soltar el humo. No me preguntó si quería, solo puso el churro en mi boca y me di un gran fogonazo tratando de no quedar mal ante la ruca. 
 
Aguante el humo lo mas que pude hasta que mis pulmones estallaron en una estruendosa tos, por mas que quería tomar aire no podía, me ahogaba, la mujer me miraba fijamente a los ojos sin parpadear, no tenía expresión en su rostro.
¡Pinche ruca culera que me habrá dado! Pensaba mientras luchaba por conseguir aire. Cuando estaba apunto de colapsar se tiro sobre mi y me dio respiración de boca a boca, fue la sensación mas chingona de mi vida, como volver a nacer. Me quedé quieto no podía moverme, me sentía pesado mi cuerpo no respondía. La vi encima de mi volver a fumar de ese extraño cigarro, pero ahora en lugar de tragarse el humo, me abrió la boca y lo exhalo en mi interior, de nuevo me ahogue y sentí morir, ella encima de mi, viéndome fijamente, atenta a mis reacciones, seguía igaul sin expresión alguna en su rostro. Hizo esto una infinidad de veces. Me reanimaba cuando creía que moría. Algunas veces convulsione, vomité y aún así seguía pegando su boca a la mía, reanimándome, volvía la calma y ella encima mío como una ave de rapiña. 
Le escurría mi vomito de su boca pero nunca perdía la seriedad de su tarea. Después de no se que tantas veces de hacer esto, volvió a hurgar en su bolso y comenzó una extraña letanía como un susurro , un cuchicheo en un leguaje desconocido para mi. Untaba una especie de grasa en mi cuello, detrás de mis orejas, en mis pezones, ombligo, pene, testículos, culo... Olía como a manteca de res echada a perder. 
 
Mientras metía un dedo en mi culo lamía mis huevos y jalaba mi pene. En el estado en el que me encontraba no pensé que podría tener una erección. Pero si, sentía mi pene del tamaño de un bat de beisbol y mis testículos como si quisieran reventar . Ella seguía con su extraña letanía e inmersa en su tarea. Me vine una, dos, tres, ya quería que se detuviera, pero no podía hablar, solo era un falo duro sin cuerpo, una llave eyaculadora sin control de mi. Exprimía mi falo y el semen lo guardaba en una especie de tubos de ensayo pero no eran de cristal, tenían un color marrón y parecían de plástico Lo peor de todo es que en ningún momento perdí el conocimiento. Estaba inmovilizado, como muerto pero vivo, por la droga que me dio. 
Por fin se quitó de encima mío, seguía murmurando cosas, sacó unas hierbas y las raspaba contra el suelo dibujando el contorno de mi cuerpo. 
 
Se escucho un silbido y volteo hacia el palacio municipal, hizo un ademan y la vi encender el cigarro de nuevo. Me echo el humo pero ya no en la boca, sino en mi rostro, lamió mi cara e introdujo si lengua reseca en mi boca. Se paró y de un salto bajo del quiosco. El humo tuvo otro efecto, ya que no me hizo toser, solo entre en un sopor como en una nube blanca.
 
Las vi reunirse en la distancia, en la pequeña explanada que hay del quiosco al palacio municipal.
Percibí el ruido de un motor y una suburban blanca de vidrios oscuros subió la banqueta y llegó hasta ellas, dos tipos de traje bajaron y les abrieron la puerta, pude ver que arrastraban y subían al policía que había visto fumando. 
 
Desperté y aún no amanecía, pero ya se veía mas trafico y algunos camiones ya empezaban a circular. Vi la hora, las cinco y treinta de la mañana. 
Quise creer que había sido victima de un mal sueño, pero cuando llegue a casa y al meterme a bañar, mi cuerpo estaba arañado, mi pene morado,las nalgas y el culo igual. Después de eso mi vida siguió igual, nada cambió ni para bien ni para mal, solo fue una noche extraña en el quiosco de la Macroplaza.  
(Me tomé la libertad de utilizar estas fotografías del buscador de google images sin fijarme en los derechos de las mismas, ó su autor. Si alguien se siente ofendido por su uso pueden hacérmelo saber y las borro ó me dicen quien las tomó y les doy el mérito correspondiente)